El folklore de México:
Entre su belleza arquitectónica, su metro saturado, y los frescos de la Capilla Sixtina.
Todo empezó porque mi hijo de 3 años se enteró de que en la Ciudad de México también hay metro y llevaba toda la semana insistiéndome que lo quería conocer. Así fue que el sábado después de un placentero desayuno de mujeres en el Club de Golf Chapultepec donde platicamos de temas triviales como el servicios de bronceado a domicilio o depilación permanente, regresé a mi casa para recoger a mi familia y empezar una aventura por otra de las caras de esta gran ciudad, donde se vive una realidad muy distinta al lujo y la comodidad del poniente.
A través de la aplicación CityMapper (quien no la conozca bájela, te calcula tiempo y costo para llegar a cualquier lugar de la ciudad combinando todos los tipos de transporte público) busqué cómo llegar al restaurante que teníamos pensado para comer en el centro y poder viajar en metro tal como mi hijo quería. La ruta más corta era empezar en Auditorio y ahí fue cuando mi corazón se empezó a hacer chiquito.
Un poco antes de llegar a la estación, a la altura de los grandes hoteles de Polanco había una mujer tirada en el piso con una niña de 6 años dormida entre sus piernas. Cuando me pidió dinero le pregunté de dónde venía, dónde vivía y si su hija iba a la escuela. Su respuesta me entristeció y me encabronó, eran de un pequeño pueblo de Oaxaca y su hija debería de estar empezando primaria, igual que la mía, pero como hay huelga de maestros alguien le dijo que se viniera a la capital a pedir dinero, –si de todas maneras en su pueblo no hay ni escuela ni trabajo.
Tiene pensado regresar a su pueblo hasta que lo hagan los maestros, según me comentó, el 25 de septiembre; mientras tanto malvive en el piso pidiendo limosna y su hija pierde los años más valiosos de su vida, ¿Hasta cuándo vamos a aceptar que en muchos lugares de México los niños no asistan a la escuela? ¿@alejandromurat y @VelascoM cómo van a resolver este tema?
Nos subimos al metro y según yo como era sábado iba a estar muy tranquilo. Oh sorpresa, ríos de gente transitaban por los pasillos y eso que todavía estábamos en la línea naranja. El problema real empezó cuando transbordamos en Tacubaya para tomar la línea rosa y cabezas incontables de personas se encontraban delante de mi intentado subir al primer vagón. Dudé en separarme de mi esposo para subirme con los niños al vagón exclusivo de mujeres, pero decidimos que sería mejor permanecer juntos. Cuándo logramos entrar al metro me sostuve de un tubo de metal rodeando con mis brazos a mis dos hijos mientras Juanjo, mi esposo, trataba de contener todos los empujones que intentaban aplastarnos.
Fueron 7 estaciones las que sobrevivimos en la línea rosa, y en cada una abordaban más personas y como sardinas se iban empujando más y más hasta que se pudieran cerrar las puertas. Mi hija lloraba diciendo que era el peor día de su vida jurando que iba a morir aplastada mientras mi hijo estaba encantado observando la obscuridad por la venta y los pies de cientos de personas que era lo único que alcanzaba a mirar. Pidiendo ayuda pudimos salir del vagón en Salto del Agua y aunque todo el mundo fue muy amable no nos pudimos librar de recibir uno que otro golpe.
Esta situación tan desagradable es la realidad para millones de chilangos todos los días, que pasan horas en el metro sobreviviendo para no ser aplastados y luchando en el caos sin respeto para poder abordar o salir de los vagones. ¿Qué vamos a hacer como ciudadanos para mejorar la movilidad? ¿Mancera, Xochitl Galvez, Ricardo Moreal en qué están trabajando para que los ciudadanos puedan llegar con dignidad y seguridad a su trabajo o escuela?
El metro nos dejo un par de cuadras antes del Restaurante, justo en Plaza Meave. Me cuesta trabajo entender cómo en un sólo sitio se pueden mezclar tantas cosas: cientos de vendedores, miles de clientes, productos de calidad junto todo tipo de piratería, policías que se hacen de la vista gorda, empresarios que no pagan impuestos y venden artículos robados, padres que les enseñan a sus hijos a comprar productos patito, junto con estudiantes que necesitan ayuda para arreglar su computadora. Un ecosistema totalmente digerido por la ciudad donde se rompen todas las reglas del comercio justo, se anuncia abiertamente como desbloquear iphones con contraseña “robados”; te venden Windows 10 a $60 cuando en realidad vale más de $4,000. Nos quejamos del gobierno pero hacemos exactamente lo mismo y no es uno sino miles de mexicanos que todos los días compran, venden o trabajan ahí y las autoridades que por conveniencia o facilidad permiten que esto continue.
Por fin llegamos a comer a El Danubio, antes uno de mis restaurantes favoritos, sin embargo, ya no es lo que era, o por lo menos así me pareció. El lugar sigue igualito, por ahí no pasan los años, y la comida está rica más no espectacular. Pedí lo clásico del lugar, langostinos al mojo de ajo y de postre duraznos en almíbar que me recordaron mi infancia en casa de mi madre.
Terminando de comer y para quitarnos el estrés de tanta gente, propuse ir a pasear un rato a la Alameda; la verdad es que desde que la remodelaron me encanta pasear por ahí y ver sus fuentes bailar, pero oh sorpresa, ¡la segunda del día! Había la misma cantidad de gente que en el metro así que nos seguimos de frente rumbo al monumento de la Revolución para toparnos con la réplica de la capilla Sixtina.
Me imagino que ya todos han escuchado y muchos visitado está maravillosa réplica de la Capilla Sixtina. El acceso está muy bien organizado, sacas los boletos por internet, son gratis y nosotros los sacamos desde el celular en la puerta del lugar 5 minutos antes de nuestro horario, es decir a las 5:10 para entrar a la función de 5:15. Aproximadamente 30 minutos después, que no está tan mal considerando que sólo el sábado hubo más de 20,000 visitantes, entramos a la primera sala, donde se proyecta un video sobre el Maestro Miguel Ángel y el tiempo y los procesos que utilizó para realizar la obra maestra.
Posteriormente entras a la réplica de la Capilla la cuál esta muy bien ambientada con incienso y música.
Mi más profundo respeto al trabajo, dedicación y amor de los hermanos Berumen para poder traer esta obra a México, que ha sido visitada por casi un millón de personas y donde se ve el trabajo y la excelencia de cientos de mexicanos que trabajaron en el proyecto. Creo que lo que más me gustó fue la plática de Gabriel Berumen, la pasión con la que habla de su sueño logrado, el orgullo con el que se expresa de los artesanos mexicanos te inyecta de pasión para seguir luchando día a día en construir un México mejor.
Les pido a todos los que quieran mejorar nuestro país que bajen Kiubo México, la app gratuita que une a 80 millones de mexicanos que cuentan con teléfonos inteligentes con el gobierno local y federal, para que los ciudadanos seamos los jueces y guiemos la agenda política del país.
Denuncia problemas de seguridad, educación o infraestructura para que se registren en el perfil del político responsable y juntos lo presionemos para que trabaje y cumpla, premiando a los buenos políticos y descalificando a aquellos que solo ven por sus intereses.
Muchas gracias y me encantaría escuchar sus experiencia sobre vivir en esta Gran Ciudad de México.